Galileo Galilei es un juego que nos sitúa en el corazón del Renacimiento, desafiándonos a emular los descubrimientos del célebre astrónomo. Su mecánica central gira en torno a una, para mi, novedosa gestión de dados, donde la combinación estratégica de color y número de cada dado es fundamental para adquirir valiosas cartas de descubrimiento que representan los elementos principales, parte superior de la carta y las constelaciones, parte inferior. Estas dos variables hace que el juego nos exija una planificación cuidadosa. Cada color se puede jugar tanto por su color primario, de manera individual, como por la combinación de 2 de estos colores. La necesidad de armonizar ambos aspectos en cada tirada, genera una tensión constante y una gran satisfacción al lograr las combinaciones deseadas.

Otra aspecto destacable del diseño se extiende a la representación, tangible, de la Inquisición a través de meeples, que introducen una capa estratégica adicional y temática profunda. No son meros marcadores. Se desplazan a lo largo de un track que simboliza el nivel de influencia de la Iglesia. La meta no es evitar a la Inquisición por completo, sino gestionar su influencia para que, al final de la partida, la mayor cantidad posible de meeples se encuentren en la casilla más a la derecha. Esta posición otorgan puntos positivos, sugiriendo una armonía o aceptación de los descubrimientos científicos.

Por el contrario, los meeples que permanezcan en las casillas más a la izquierda al final del juego infligen penalizaciones de puntos, correspondientes a los valores negativos indicados debajo de cada casilla. Esta mecánica introduce una capa estratégica adicional: los jugadores deben equilibrar su búsqueda de conocimiento científico con la necesidad de mitigar la oposición de la Inquisición. 

Hay acciones específicas en el juego que permitan influir en el movimiento de estos meeples, llamada persuasión, creando un interesante tira y afloja entre el progreso científico y las presiones religiosas de la época.

En cuanto al modo solitario, a pesar de la aparente limitación inicial de combinaciones, tan solo son 6 losetas, se revela como un desafío sólido y exigente. El jugador se enfrenta a un autómata implacable que busca bloquear sus avances, también influye en el movimiento de la Inquisición. La necesidad de optimizar cada dado, cada acción y cada movimiento se intensifica ante la presión constante del automa.

Lograr una puntuación positiva en solitario, manteniendo a raya a la Inquisición mientras se realizan descubrimientos, se convierte en una prueba estratégica gratificante y frustrante a partes iguales.

La única parte negativa que encuentro, en este juego, y en general en todos los juegos de esta profundidad es que, en el momento de la puntuación final, siempre me queda la sensación de que se quedan variables fuera.