Siento una profunda indignación al presenciar lo que está sucediendo con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Para mí, la política no debería ser un mero juego de poder o de equilibrios partidistas; su propósito fundamental debería ser mejorar la vida de las personas y construir una sociedad más justa y próspera. Pero lo que veo hoy dista mucho de esa visión.
Lo que me indigna del PSOE
Me indigna ver cómo el PSOE, que históricamente ha enarbolado la bandera de la justicia social, parece haber perdido el rumbo. Me indigna la discrepancia flagrante entre lo que prometen y lo que realmente hacen. En un momento como este, con el «caso Koldo» y el informe de la UCO salpicando a altos cargos, y con la expulsión de Ábalos resonando, la imagen de un partido preocupado por la transparencia se tambalea.
Me indigna la forma en que los principios que decían defender parecen sacrificarse en aras de mantener el poder, pactando con cualquiera con tal de seguir en la Moncloa, incluso si esos pactos contradicen su ideología o los intereses generales del país. La política, para mí, no debería ser una cuestión de supervivencia a toda costa.
La desilusión es profunda, a pesar de los logros
Mi desilusión es enorme. Como muchos, en algún momento confié en el PSOE para impulsar avances significativos en áreas cruciales: la economía, la creación de empleo digno, la mejora de nuestros servicios públicos. Y es cierto que, en su gestión, ha habido aspectos positivos innegables:
- Reformas en el ámbito laboral: Se ha impulsado una Reforma Laboral que ha contribuido a reducir la temporalidad y aumentar los contratos indefinidos, alcanzando récords históricos de afiliación a la Seguridad Social con más de 20 millones de trabajadores.
- Defensa de los derechos sociales: La subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) a 1.184 euros, la revalorización de las pensiones conforme al IPC, la implementación del Ingreso Mínimo Vital (IMV) para combatir la pobreza, y la derogación del copago sanitario para millones de personas son pasos importantes hacia una mayor justicia social.
- Avances en igualdad y diversidad: La aprobación de la Ley de Eutanasia y la Ley de Memoria Democrática son ejemplos de un compromiso con derechos y valores progresistas.
- Gestión económica y fondos europeos: España ha sido un país clave en la recepción y gestión de los Fondos Next Generation EU, orientados a la recuperación y transformación económica, y se logró la «excepción ibérica» para contener los precios de la energía.
Sin embargo, a pesar de estos avances, lo que veo es una gestión que a menudo parece más preocupada por el relato y la imagen que por resolver los problemas de fondo. Las promesas se diluyen, las reformas se estancan y la crispación política domina el panorama, impidiendo un verdadero progreso. La situación actual, con el anuncio de Sánchez de auditar las cuentas del partido y formar un equipo de transición, suena a parches cuando lo que se necesita es una limpieza profunda y contundente. Esta situación erosiona mi confianza cada día. Si la política no es capaz de cumplir su función esencial, ¿cómo podemos confiar en ella?
Mi reclamo: La política debe servirnos
Mi indignación no es un lamento pasivo. Es un firme reclamo para que el PSOE, y toda la clase política en general, detenga esta deriva. Necesitan reconectar urgentemente con la realidad de la gente, con nuestras preocupaciones y esperanzas. La política debe volver a ser un instrumento al servicio del ciudadano, transparente, honesto y con un compromiso inquebrantable con el bien común. No debería ser un fin en sí misma, sino un medio para construir un futuro mejor para todos.
La parte positiva
De momento, tenemos la derecha más torpe y choni del mundo.